Tan infalible, tan invisible
finito para los mortales;
cárcel eterna para los amorosos
que sufren del indomable deseo
de entregar las llamas donde envuelven su pasión.
Como nos encantaría a aquellos
que gozamos de la felicidad,
poder detenerlo por tan solo un segundo
para amar lentamente a quien al extremo de las sabanas tibias
se encuentra sonriendo.
O quizás regresarlo
cuando un ser amado ha partido,
a donde ya no existe el tiempo,
ni el espacio.
Pero,
¿Qué sería de la vida si todo lo que amaramos
jamás se fuera a ese lugar de tan deseoso reposo?
¿O cuando el dolor de la vida
es tan cruel que corta como las espinas de una bella rosa,
que nublan tus ojos las lágrimas de su hermosura
por el dolor del alma atrapada
de un cuerpo mutilado de deseos
de vivir y amar?
Eso...
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